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Operación a distancia
Una universitaria llamada Carmen Gloria, de veinte años, estudiaba pedagogía en Educación Física, y practicaba handball todas las semanas en un club cerca de su casa.
Tenía una pasión importante por el deporte; entrenaba varios de éstos perseverantemente durante la semana, iba a competencias; y ahí daba lo mejor de ella.
Un día, durante un partido con su selección, Carmen Gloria se lesionó la rodilla izquerda, al caer mal después de un salto determinante para la victoria del juego.
Luego de unos días, su rodilla mejoró, permitiéndole seguir practicando lo que más amaba; los deportes. Así, siguió entrenando atletismo, y en una competencia de esta disciplina, saltando vallas, se volvió a lesionar en la misma rodilla, pero esta vez, gravemente.
Al cabo de unos días, su rodilla se hinchó, y no cesaba de doler. Fue al doctor, y éste le dijo que debía operarse. Inconforme con su respuesta, decidió acudir a otros doctores, para considerar sus otras opiniones.
Así visitó a cuatro más, y todos mantenían la misma respuesta; ella debía operarse.
Era seguro, y no parecía haber otra solución.
Carmen Gloria, tomó en cuenta que si se operaba, su carrera se congelaría, perdería todo un semestre y no podría seguir con ella.
Preocupada por la desición que tomaría, una amiga de ella le comentó que unos monjes la habían curado de una enfermedad que ella tenía en la espalda.
Estos monjes, trabajaban a beneficio de todas las personas, atendiendo gratuitamente a enfermos, cuyo único requisito era tener fe. Éstos primeros rezaban a Dios por la persona en cuestión, y durante la noche, los enfermos mejoraban, así, en la mañana, amanecían completamente sanos.
Carmen Gloria, siendo creyente, quedó impactada, y quiso someterse al procedimiento, debido a su efectividad inmediata y gratuita.
La joven, entonces, envió una carta a estos monjes que residían en Brasil, especificando su nombre, su edad, su diagnóstico médico, su dirección, sus síntomas, la evolución de su enfermedad y también para que rezaran por ella y su condición.
Al cabo de un tiempo, recibió la carta de respuesta de los monjes, cuya contestación era el día en que se realizaría la oración, y unos ciertos cuidados que ella debía tomar antes de que se realizara el procedimiento de sanación.
Carmen Gloria, el día de la operacón a distancia, siguió cuidadosamente, paso a paso, los requerimientos que se indicaban en la carta. Y en la noche, con su rodilla más hinchada que nunca, roja y doliente, se echó a dormir. En su inconsciencia, sus amigos, familiares y conocidos hacían una cadena de oración a Dios por su recuperación.
A la mañana siguiente, su rodilla ya no dolía, no estaba ni hinchada ni roja, y por el cambio tan drástico, decidió ir a control con su doctor.
El suceso era inexplicable. No había daño a nivel celular. Todo volvió a la normalidad de la noche a la mañana.
El milagro de la operación a distancia había sucedido.
Chequeo divino
Jonas y Jeannette eran una pareja de esposos profundamente enamorados; ya habían formado una vida, y parecían tenerlo todo. Pero en realidad, les faltaba lo que más querían: un hijo. Siempre hablaban de cuántos hijos iban a tener y qué nombres les pondrían, pues la familia era muy importante para ellos; ambos habían nacido en familias grandes y así eran felices.
Un día, sucedió algo esperanzador. El periodo menstrual de Jeannette no llegaba, por lo que creyó estar embarazada. De inmediato, fue a la farmacia más cercana a comprar un test de embarazo, para probarlo a la mañana siguiente.
Luego de que la noche pasara, se levantó emocionada, cerca de las seis de la mañana, y fue al baño a hacerse el test. No quería que Jonas supiera, porque si el disposotivo mostraba que no estaba esperando un bebé, él se desilusionaría.
Después de unos segundos, la luz roja que indicaba “positivo”, se dejó ver.
Jeannettte estaba embarazada.
Cuando Jonas despertó y escuchó la noticia, ambos gritaron de la felicidad.
Lo que más querían venía en camino. El fruto de su amor venía en camino.
Celebraron todo el día, y encontraron un lugar en su habitación en donde las condiones eran perfectas para ser el rincón del bebé.
A principios de octubre fueron a una cita con el doctor, en donde a Jeannette le hicieron una ecografía.
Durante el chequeo, la enfermera se percató de que el bebé no estaba bien, y que la pareja debía visitar un especialista. Dijo que padecía hidropesía fetal, por lo que tenía una cantidad significativa de fluidos anormales alrededor de su tórax.
Jeannette, a pesar del resultado, quería buscar vida, salud.
La pareja, al visitar al especialista, éste les comunicó que su ritmo cardiaco estaba más alto de lo normal, y esto era procupante.
Jonas en su mente tenía la idea de un niño saludable, e inesperada y súbitamente, ya no.
Después de esa cita, visitaron a otro especialista. Una doctora que se enfocaba en cardiología fetal. Ella, y su equipo, con más conocimiento sobre el tema, realizaron un ultrasonido y comentaban cosas, murmurando, que la pareja no entendía.
A la hora del diagnóstico, los llevaron a una salita pequeña y acogedora, en donde en el centro de la mesa, yacía una caja de pañuelos.
Las palabras de la especialista rompieron el corazón de Jeannette.
La situación del bebé era fatal, no había forma de impedirlo y nadie podía hacer nada al respecto.
Luego de que la doctora se marchara, la pareja de echó a llorar y decidieron rezar. Al ser creyentes, tenían fe y ponían todo en las manos del Señor.
Rezaron agradeciendo a Dios por su bondad, porque Él estaba bajo control, porque Él sabía lo que estaba pasando, porque Él era más grande que todo eso y porque Él tenía los mejores planes en mente. Y así, pidieron esperanza para su hijo.
Esa fue la hora más difícil de sus vidas. Se marcharon con un pedazo de papel, que constituía principalmente el plan de fallecimiento de su bebé.
Luego de un tiempo, decidieron ir a otro chequeo. El doctor estaba sorprendido que su hijo siguiera con vida, por la gran cantidad de fluidos que había acumulado. Él les informó que ése fin de semana el bebé moriría.
Cuando volvieron a casa, siguieron rezando, y le pedían a Dios que salvara a su hijo.
El Lunes entrante, tuvieron lo que parecía ser su último control. Sólo querían ver si el bebé tenía pulso.
Entonces comprobaron sus latidos del corazón, y los fluidos que David tenía alrededor de la cabeza, el corazón y los pulmones, se habían ido por completo. La forma de su pequeño corazón que anteriormente estaba estirada por su condición, cambió, y se veía un corazón normal y saludable.
El doctor dijo que su hijo era un bebé completamente diferente.
Nadie supo cómo los fluidos desaparecieron, y cómo en unos pocos días la forma de su corazón había vuelto a la normalidad.
“Intervención divina”, fueron las palabras de la enfermera.
Dios salvó a David y su familia, estaba claro. Para Dios nada es imposible, incluso la salvación de la muerte.